De pequeño nunca entendí por qué, cuando en las películas de vaqueros cazaban bisontes, la manada no huía al ver caer a uno de sus miembros. Seguían pastando, con cierta tensión, pero seguían.
De pequeño pensaba, estaba convencido, de que esa era una de las grandes diferencias entre los humanos y los animales. Porque en los valores que me habían inculcado, me limitaba a culpar al bisonte de su insolidaridad más inhumana que animal, y no al humano que disparaba sobre una manada indefensa de an